miércoles, 11 de junio de 2008

Sueño # 8

Era niña de nuevo. Era el tiempo en que tendría nueve años. Era más como un recuerdo que un sueño. Yo era una niña pero era igual que ahora, pero sabía que era una niña. Estaba asustada y huía porque me había enterado que una especie de espíritu que habitaba en el agua llamado el Señor del Agua se había enamorado de mí. El problema era dónde esconderme, pues en cualquier lugar en donde el agua estuviera presente él podría atraparme. Tenía que alejarme de cañerías, de baños, incluso no podía acercarme al agua embotellada o a la que se encontrara en una jarra. Estaba en la antigua casa de mis padres y de un momento ya estaba en la calle, evitando todo charco, toda alcantarilla. De la calle pasé a estar dentro de un carro que alguien que intentaba ayudarme conducía. Íbamos rodeando calles porque no podíamos pasar cerca de las fuentes de los jardines. No sé como, pero luego estaba en un edificio grande, con mucha gente que miraba por la ventana, gente vestida de blanco que lanzaban burbujas moradas por la boca, respiraban, contenían, y al soltar el aire dejaban salir burbujas moradas hermosas que volaban por la ciudad. Yo intentaba hacer lo mismo pero no podía. Suelta la risa, la risa, suelta la risa, me decían. Pensar en esa imagen me hizo sonreír y de pronto ¡Plop! una enorme burbuja morada me salió de la boca. Eso me dio más risa y más burbujas me brotaron. Me asomé por la ventana, tomé mucho aire y solté una gran burbuja para que volara por la ciudad. Fue tanta la risa que liberé que una pequeña tristeza me invadió, pensé en el Señor del Agua y entendí lo mal que lo estaba pasando por no tenerme. Creí ver su cara en el mar que a lo lejos se alcanzaba a vislumbrar.

Doctor, doctor, doctor, doctor, jajajaja, perdone mi exaltación pero estoy muy emocionada, tenía mucho tiempo sin sentir esta energía. Doctor, doctor, doctor, doctor, le tengo una noticia que puede parecer una idiotez pero que a mí me trae inquieta, sobreexcitada. Ayer, después de leer su comentario en donde hablaba acerca de su experimentación con métodos terapéuticos, se me ocurrió una loca idea y fui a buscar a la persona que le platiqué, con la que tuve aquella entrevista tan reveladora, ¿se acuerda? bueno, doctor, doctor, la fui a buscar y le pregunté que si tiene alguna pista de quién ha sido el asesino de mi esposo. Me dijo que posiblemente, que en el ambiente en donde él se movía hay muchas personas locas, pero que ciertamente hay algunas que están más. Me dijo que un tiempo él dejó de ver a Julián, cosas del corazón decía, tu ex marido, que pena decirlo, pero se encontró con un amante más joven el muy cabrón, perdón; más jovencito sí pero más conflictivo también. Estuvo desaparecido algunos meses y después volvió a buscarme. Parecía regresar renovado, con más energía, con más vitalidad y más planes; pero algo yo le vi raro en los ojos, a mi no me engañan muy fácilmente, yo sabía que algo traía pero no le quise preguntar, yo la verdad disfrutaba estar con él, para mí su persona era importante. De ese entonces son las fotos que te enseñé aquella vez, qué buen viaje nos aventamos a la playa ese día, ni te cuento mejor. Pero no pasó mucho tiempo cuando sucedió aquello y yo siempre lo he relacionado con el otro noviecito que se hizo, incluso cuando me enteré, pensé que yo sería el siguiente, pero ahí se olvidó todo. Los días siguieron igual de cabrones que siempre.

Doctor, doctor, doctor, doctor, yo le dije que si me ayudaría a encontrar a esas personas y él dijo que con mucho gusto sí. Tal vez parezca una total idiotez, pero es una aventura que quiero correr, es algo que quiero vivir, y la verdad, si no lo hago yo nadie más lo va hacer. No tengo planeado qué haré con la información que logre recabar, pero de algo servirá o todo este caso se quedará igual que el mismo Julián se quedó: enterrado con el pecho acuchillado.

Sabe doctor, es chistoso que la misma persona que vino y le regresó la alegría de vivir a Julián, venga y me la regrese a mí también, es muy chistoso. Le contaré pronto de mis avances doctor, doctor, doctor, doctor. Qué emoción.

martes, 10 de junio de 2008

Sueño # 7

Había un hombre con bigotes picudos que traía unas tijeras, se la pasaba hablando y moviendo las manos y yo con la mortificación de las tijeras, que se las fuera a encajar, que fuera a picarle el ojo a alguien. Me preocupaba pero me daba un poco de pena decirle, no lo conocía, además parecía ser muy inteligente, creo estaba contando una historia. Había niños escuchándolo, él contaba la historia y abrazaba a los niños, les alborotaba el pelo y las tijeras y las tijeras y las tijeras, yo estaba angustiada por las tijeras. El hombre pareció notar mi angustia y se la comentó a los niños, todos, a la vez voltearon y soltaron una risita sin ganas como si estuvieran obligados a reírse. Entonces el hombre de los bigotes picudos comenzó a juguetear más con las tijeras, venía y se las pasaba cerca de la cara a los niños gritando “las tijeras, las tijeras, las tijeras” y riéndose. Los niños soltaban un grito fingido de susto y trataban de esquivarlas. Me llegó la idea de que entre esos niños estaba mi hijo. El hombre se volvió aún más loco, los niños comenzaron a correr alrededor, el hombre tras de ellos. Yo, sin saber qué hacer, me daba pena decirle algo al hombre, me dio por rezar: Dios mío de la Eucaristía, Farol intacto del sepulcro, Martirio dominguero de las mañanas, Solitario Cuerno del rinoceronte, Ermitaño del espejismo del desierto descalzo, Mirra doblada a la mitad, Lumbrera de la Lumbrada, Lanza lanzada, Cobertor de los…

jueves, 3 de abril de 2008

Sueño # 6

Yo veía todo como si fuera una película lenta y bonita que no le entiendes mucho pero disfrutas viéndola en el canal 22. Veía a una mujer más bien triste que se embarcaba todos los días para llevarle comida a su esposo que trabajaba en un laboratorio dentro de un barco gigante en medio del mar. Al verla acercarse el marido bajaba del enorme barco en un pequeño bote para recibir la comida, besar a su mujer y siempre esperaba que la mujer se alejara para regresar a su trabajo. La mujer perdía primero de vista la mano del esposo despidiéndola, luego su silueta, y al final el barco inmenso, desembarcaba y se iba más bien triste a esperar que el día siguiente llegara. Yo veía todo como si estuviera parada en la cabeza de la mujer. Un día duraba y sucedía exactamente igual que el siguiente y que el anterior. Sin embargo, en una ocasión, la mujer llegó, yo sobre su cabeza y el marido ya la esperaba, recibió la comida, olvidó besarla y aprisa regresó a su trabajo, distraído; la mujer iba a regresar pero decidió esperar un poco, entonces el barco comenzó a girar, primero lento, después a más velocidad, más rápido hasta elevarse y desaparecer.

Y ahí estaba en la casa de aquella persona doctor, sentada en una silla sucia sin decidirme a levantarme, a salir corriendo, a quedarme por siempre ahí. Me tranquilice después de un rato, estuvimos en silencio y fue él o ella no sabría cómo nombrarlo, quien rompió el silencio: Tu ex marido y yo fuimos amantes durante mucho tiempo. Entonces sí, no resistí y tuve que correr a vomitar, me caí al suelo, lloré como hacía años no lo hacía, maldije a no sé cuanta gente, me maldije yo, grité hasta el cansancio. Qué había hecho para que Julián fuera tan infeliz y se refugiara con estas personas. Cómo había fallado, como mujer, como esposa. Tantas preguntas y nadie a quien preguntárselas; no sé cuantas de éstas grité al aire, cuantas sólo pude balbucear, cuantas no llegué a externar, a organizar en mi cabeza. Sentí la presencia de aquella persona durante todo el tiempo, sentía su mano en mi espalda, su intento de voz intentando calmarme. Lo agredí, lo insulté, le dije que por su culpa había sufrido muchos años, qué no tenía la menor idea de lo que había padecido. Bienvenida me dijo y se fue a sentar.

Estuve tirada no sé cuanto tiempo. Preparé un té, dijo desde su asiento. A mí se me habían terminado las fuerzas, había oscurecido a mí alrededor. Fui a mi silla, tomé la taza del té.

Es una historia larga, comenzó. Fue alrededor de hace cinco o seis años, no recuerdo bien; la primera vez que vi a Julián me acerqué porque me di cuenta que toda la noche me había estado observando, estábamos en un lugar llamado el Caguamero, en la zona de tolerancia. Le pregunté que si, tontamente, porque en realidad no quería, pero era mi trabajo, le pregunté que si podía sentarme, que si tenía algo que decirme, me dijo que me sentara por favor, que, de hecho, sí tenía algo que decirme. Me dijo que tenía tiempo siguiéndome, pero que de seguro yo nunca lo había visto, que me había seguido durante varios meses, que conocía mi domicilio y mis caminos, dijo que había memorizado mis vicios y mis horas. Antes no se había acercado, una porque no era lo suficientemente valiente y otra porque no era necesario, que en un principio era suficiente verme… y para mí sus palabras, como ahora que vuelven a resonar en mí, resonaron con mucha fuerza aquella primera vez que las pronunció. Dijo que con verme era suficiente para sentirse vivo, disculpe que le diga esto pero sólo trato de contarle las cosas justo como sucedieron. Dijo que cada vez que me veía una sensación rara que tenía años sin experimentar le surgía del cuerpo. Yo por supuesto pensé que estaba bromeando, que lo decía como todos los demás cuando quieren acercase y dicen cosas como esas. Entonces comenzó a describir fecha, hora y lugar en dónde yo había estado y que había hecho que… me sorprendió. Así fue durante algunos meses, me buscaba y pagaba por sólo platicar, era suficiente para él eso, señora, él me ayudó mucho a mí, tal vez sin él yo ya no estaría aquí, pero también acepto que por él no iba a cambiar, yo estaba metido en esto y no podría salir ya nunca. Hablamos mucho pero así como un día dejó de ser suficiente el verme y tuvo que cruzar el límite y hablar conmigo, así un día cruzo el límite e hicimos el amor. Para mí, lo confieso, fue sólo un trabajo más, pero para él, lo sé porque lo sentía en el frío y en el temblor de su cuerpo, para él fue importante. Así transcurrió nuestra historia durante varios meses, hasta que un día habló conmigo y dijo que no soportaba verme con otros clientes, que tenía una casa para mí y quería que sólo trabajara para él, me daría un sueldo, yo acepté. Nuestra relación duro un poco más de tres años, disculpe que lo diga pero nunca me enamoré de él señora, me tranquilizaba, eso si, pero amor, pienso que ni él llegó a sentir hacia mi.

Hable con aquella persona casi toda la noche, nos abrazamos al final. No sé qué cambió en mi, doctor, pero algo se había aliviado, algún dolor, alguna tristeza había terminado por desaparecer. Un pedazo de mi corazón comenzaba a descansar.

martes, 1 de abril de 2008

Sueño # 5

Una luz blanca en medio de los ojos, una cama blanca, un cuarto blanco. Un doctor flaco, blanco, dos enfermeras blancas a mi alrededor. Mi cuerpo liviano, desnudo bajo una bata blanca y tres voces gimiendo: “¡Puje, puje que ya viene!”. El día que nació mi hijo hacia tanto calor que sudé tanto que me dio tanta vergüenza. “Se le ve la cabeza, un poco más”. Un dolor tan lindo en el vientre, tan blanco. “Va muy bien, un poco más”. Se llamará como su padre pensaba y nos veía a los tres risa y risa en la casa, tirados en el piso. “Un poco más mamá, casi lo logramos”. Mi hijo con el pelo blanco a mi lado que me hizo levantarme, pero el doctor y su guante blanco me detuvieron y un tapabocas y unos ojos blancos de lechuza: “Espere un poco, casi lo logramos, no se rinda”. Y mi hijo a un lado, y qué estoy pariendo pensaba, qué estoy pariendo entonces les dije: “Estamos cerca” dos enfermeras al unísono con plumas en la cara, con ojos redondos. Qué estoy pariendo grité con tanto sudor en la cara, mi hijo a un lado y el doctor y las enfermeras extienden las alas y se van volando.

Y ahí estábamos frente a frente, como le contaba hace unos días en el sueño # 3, doctor, el último eslabón de mi investigación y yo, viendo fotos y riéndonos como dos viejos conocidos. Dos días antes conocí a una mujer que me dio su nombre y dirección, una mujer vieja y elegante conocida como la Vitola, le dije y soltó una carcajada que pensé se ahogaría: “La Vitola, la Vitola”, decía una y otra vez. Jamás ha hecho algo bueno por alguien, dijo, antes no te pidió dinero o algo peor por la información, ¿no te pidió dinero verdad?, en realidad sí, contesté y volvió a carcajearse. La Vitola era una mujer que tenía alrededor de sesenta años, trabajó mucho tiempo de imitadora de Rocío Durcal, pero nunca consiguió que le dijeran Chío ni encontró el Amor Eterno. Vivió de burdel en burdel aclamada más como la Vitola que como la Durcal. Un día, como buena diva, se topó con quien la haría desgraciada, y la Vitola, en lugar de darse un balazo o tirarse al vicio, se volvió al Cristianismo, fundó su propia iglesia y se hizo pastora; ocupación que no le duró mucho tiempo pues como ella explica: “quien en las venas tiene sangre y en la sangre un bule, chingo a mi madre si con agua bendita se lo enjuaga”. La gracia de la Vitola es hablar e imitar y de eso morirá. Si la encerraran con cien gentes en un cuarto, podría reproducir fielmente las pláticas de un día entero agregando ademanes, gestos y tonalidades de la voz. Como buena parlanchina se dedicó a estafar a mucha gente, era algo que no podía evitar, no podía dejar de ver a las personas como clientes y a sus clientes como enemigos. “Muchas veces me refugié en tu ex marido, él, contrario a las demás personas era bueno, no digo que no llegué a robarle algunos pesillos, pero no muchos, pero ay mija, aquí ya en confianza, si le llegué a robar dos tres pesillos”.

Hablé con ella, bueno, más bien ella habló conmigo como seis horas. Me dijo que te buscara y aquí estoy; dijo que tú me darías más respuestas, que me lo merecía. Me despedí y comencé a caminar y al poco rato me alcanzó y me dijo: “Piensa que el amor es bonito, pero la libertad, esa, es importante”. Dio media vuelta y se fue.

Tengo mucho tiempo sin ver a esa mujer, me dijo, fue gran amiga de tu ex marido, él quería sacarnos a todos del hoyo, pero lo nuestro es la mala vida y aunque la padecemos ahí nos vamos a quedar.

Yo le veía los ojos doctor, y le veía las manos y nada vivo encontraba, no dejaba de pensar que hacía Julián con estas gentes. Un asco me creció en la panza, gente tan oscura, cochina, descuidada, tirada a la dejadez; no sé cómo vive esta gente tan deforme, cómo puede salir a la calle. Su cuerpo ya no es un cuerpo humano, qué comen, cómo se comunican. Todas las gentes que he conocido a raíz de esta búsqueda, todas sin excepción, no lo había pensado antes, pero las odio; odio tener que estar cerca, tener que hablar con ellas; perdón doctor, pero me descubrí tan cansada entonces, no quería golpearlos o insultarlos, simplemente me daban tanta lástima, tanto asco que comencé a llorar y dejé caer las fotos. Aquella persona me miró y pareció entender lo que sentía, se levantó, movió su silla y se sentó un poco más lejos de mí a esperar que me tranquilizara.

Perdón, escribiré pronto, no me es fácil hablar de esto. Perdón.

lunes, 31 de marzo de 2008

Sueño # 4

Había una gran roca gigante, muchas mujeres con un gato entre los brazos. Yo veía la roca y a las mujeres tratando de subir, ayudándose unas a otras y estornudando por los pelos de tanto gato. Yo intentaba acercarme y descubría que también cargaba un gato, pero éste carecía de pelo y temblaba de frío; el pobre hacía un ruidito como si estuviera llorando. No me gustan los gatos y sólo quería dejarlo por ahí pero temblaba y hacía un ruido tan feo que no sabía qué hacer. Las mujeres me decían que callara a mi gato porque despertaría a los suyos. Me alejé sin hacer ruido y fue cuando descubrí lo de las ranas, una rana brillante de verde en mi cabeza que respiraba profundamente, una rana pesada de gorda que me servía de sombrero, una rana fina de tan seria que le sudaba la panza. Recordé que de niña mi mamá me había contado una historia de mujeres que abrazaban gatos y usaban ranas como sombrero. Entendí entonces que era aquello un sueño, la imagen soñada de aquella historia, entendí, levanté la mirada y vi a mi madre, a mi hijo de la mano de mi madre; tan hermosos, con una rana en la cabeza cada uno también.

martes, 11 de marzo de 2008

Sueño # 3

Todo estaba demasiado quieto, había un tubo de cobre por donde salía vapor, un vapor perfumado. Había un gran muro blanco de donde salía el tubo de cobre; el vapor hacía un ruidito que me relajaba. Cerré los ojos y de pronto estaba en un cuarto, el vapor seguía saliendo y empezaba a nublarlo todo. Había más gente, cinco o seis que brincaban todos al mismo ritmo, afuera, no sé como podía ver pero afuera había más gente que caminaban de un lado a otro con los brazos arriba, todos al mismo tiempo, al mismo ritmo, caminaban tiesos de un lado a otro y cantaban; se escuchaban cantos pero no sé si eran ellos. Más allá, un poco lejos, había más hombres y más mujeres que andaban como changos y luego como perros en círculo, para un lado y luego para el otro. Se les veía cansados pero contentos. A mí tanto movimiento me hacía feliz; tanto sube y corre me ponía tranquila, me relajaba. Me quedé quieta junto al tubo del vapor y descubrí que me iba a quedar dormida. Pensé entonces, que quería agradecerle a alguien tanta paz…

En ese momento desperté y vine a escribir para contarle por qué acudí con usted, como dicen: soltarle las riendas al chango (aprendí esa frase hace poco). Estoy segura que a partir de mi narración entenderá por qué me es imposible mantener una relación paciente-doctor como normalmente se acostumbra, espero me entienda. La historia es esta: Unas semanas antes de buscarlo, doctor, concluí con la primera parte de una investigación que tenía algún tiempo realizando, está relacionada con la muerte de mi marido, bueno, en realidad tiene que ver con los últimos años de mi marido, cuándo y por qué comenzaron nuestros problemas y qué fue lo que le llevó a tan trágico desenlace. Unas semanas antes, le decía, visité al último eslabón que me confirmaría y armaría el rompecabezas con todas las piezas que había ido recopilando: nombres, lugares, fechas, fotos e incluso algunos videos. Para ser exactos visité a esta persona en los primeros días del año en curso, en su residencia, que por privacidad no daré el domicilio exacto, lo mismo que tampoco diré los verdaderos nombres de las personas involucradas, como no he dicho el mío ni usted el suyo, tal como lo acordamos al principio de este proyecto, que en lo personal me ha ayudado mucho a comunicarle lo que me sucede. Como sabe mi esposo murió hace poco menos a un año, alguien lo asesinó. Él trabajaba dando clases en el Tecnológico de Colima y una tarde al salir de su trabajo alguien lo raptó, o por lo menos esos fueron los informes oficiales, no se sabe si para asaltarlo o porque pretendían pedir alguna fianza, el caso es que desapareció y dos días después su cuerpo fue encontrado en el río detrás de Campoverde, con señales de que fue golpeado y torturado, incluso fue violado y según el forense, murió por un fuerte golpe en la cabeza, a la altura de la sien.

Yo sabía desde antes que mi marido andaba metido en algún asunto turbio, se lo llegué a decir, pero nuestra relación estaba ya tan desgastada, estábamos tan cansados ambos, que a ninguno de los dos nos interesaban las explicaciones, con un “no, cómo crees” era suficiente. En los últimos meses de su vida preferíamos no discutir, habíamos llegado, sin tener que hablarlo, a un mutuo acuerdo en el que ninguno de los dos intentaba involucrarse en las cosas del otro, y los pocos momentos que teníamos para platicar preferíamos compartir cosas superficiales, hablar de alguna película, de algún familiar, preguntar por cosas totalmente ajenas a la relación. No sé si hice bien, pero aunque sabía que mi marido estaba involucrado en algo que seguramente resultaba peligroso, no intenté hablar con él del asunto, como le decía, optábamos por disfrutar los pocos momentos que estábamos juntos, disfrutarlos aunque sea a la ligera, compartiendo una taza de café o algún artículo del periódico del día. Sin embargo, a mi me gustaba verlo, disfrutaba siempre viéndolo de lejos, de lejos era una gran persona, me gustaba cómo se movía, su forma de caminar, cómo movía las manos cuando hablaba con otras personas, su risa; de lejos seguía siendo la persona de quien me había enamorado alguna vez. Para mi era normal que no llegara a la casa en dos o tres días, pero el día que lo raptaron se me rompió algo adentro, no obstante que era una persona ajena a mí, incluso ni siquiera llegábamos a ser amigos; ese día algo como una pequeña esfera adentro se me rompió y de adentro le salieron unas gotas de tristeza que aún andan deambulando por mi cuerpo.

Le decía entonces que la visita con mi último eslabón fue crucial para esclarecer todo lo que había recopilado en mi seudo investigación, fruto del tremendo vacío que me dejó su muerte. Llegué a la casa de éste, una casa de por si vieja y descuidada que olía muy mal desde antes de entrar. Toqué la puerta y él me abrió… o debería decir ella, no lo sé. Era una especie de cuerpo flaco, indescifrable, en donde el rostro hablaba más que su voz acabada que intentaba decir cosas. Usaba ropas flojas, casi transparentes. Me miró y una especie de sonrisa le salió de la boca, me dijo que pasara. Yo estaba un poco aturdida, no sabía si saludar, si explicar qué era lo que estaba haciendo ahí, en realidad, no estaba segura qué estaba haciendo ahí. Pasé y empezó a caminar delante mío, con pasos no muy seguros, parecían lastimarle los pies al andar; dijo que, no me preocupara, que él sabía que algún día iría a visitarlo o visitarla, no sé. Acomodó una silla para que me sentara y él se acomodó otra frente a mí. Me dijo que sabía a qué iba, que era bueno para él y de seguro sería bueno para mí platicar con él. Yo le dije que una persona me había indicado su nombre y dirección para que lo buscara, que usted me daría muchas respuestas de qué era lo que le había sucedido a mi difunto marido. Conocí a tu marido, me dijo. De un cajón sacó una foto y me la mostró, él y Julián estaban en la playa, eso fue una semana antes de que lo mataran, dijo. Me mostró otras dos fotos del mismo día. Julián siempre fue una persona reservada, pero en las fotos lucía radiante, en todas sonreía, en una de ellas parecía estar cantando. Antes de explicarle doctor, qué fue lo que esta persona me dijo, quisiera decirle cómo llegué a él, presiento le gustará la historia detallada y para mi será altamente tranquilizador compartirla, nunca he hablado con nadie sobre el tema y créame doctor, me urge hacerlo. Sólo que por el momento necesito descansar doctor, llevo más de cinco horas frente al monitor y comienzo a sentirme mal. Disculpe tanto misterio y tanta palabra pero quiero que todo vaya quedando muy claro y en realidad es una excelente terapia. Prometo escribir pronto de nuevo y espero tener noticias de usted pronto, gracias por sus comentarios anteriores, ¿se dio cuenta que alguien más entro al blog y dejó un comentario? Me sentí un poco rara al verlo, pero era parte del experimento ¿no?, romper con la intimidad y más que hacerlo público era, o así lo entendí yo, jugar un poco con la posibilidad de que alguien más lo leyera y diera su punto de vista. En un principio me sentía expuesta, aunque pensaba que nadie lo leería, ahora, podría ser morbo, no sé, pero me siento cómoda con el experimento. Lo dejo por ahora. Un saludo, gracias por todo.

viernes, 7 de marzo de 2008

Sueño # 2

Una jirafa acordeonista chanchan chun, sentada en un cajón de madera, dándome la espaldaaaaaah parece que se va a caer con su cuellote que se bambolea chanchan chun de un lado a otro que hasta parece un péndulo gigante amarillo de machas negras. Hace calor y todos bailan, no se ve nadie sentado todos bailan. Hay algo en la música que no me gusta, está muy altaaaaaah el cuello de la jirafa parece se va quebrar y a mí me sorprende que todos bailen con este calor. Son de esas veces que no caminas e intentas y no caminas. Dos cocodrilos cubanos con trombón retumbándome cada uno en cada oreja que ¡órale! casi me sacan un ojo con su cosa esa que mueven para tocar y ¡órale! la lagartija ñenga de Ixtlahuacán con una enorme tuba roja que se le viene encima con cada resoplido. Son de esos sueños que todo le aturde a uno y que todo le es tan familiar y que casi te puedes decir ya sabía que esto y aquello pasaría, para qué me enojo, con quién me desquito. Hay un saxofón tirado a los pies de la jirafa y una gran tarola en donde brincan dos gusanos y la hacen sonar. Paso entre la gente y los reconozco, me son tan familiares que me tranquiliza; pero este calor, nunca había sentido tanto calor, nunca había sudado tanto, tantísimo que me da pena. La música se detiene y todos se detienen, sólo se alcanza a ver por encima el cuello de una jirafa que comienza a cantar y da tristeza. De pronto, cuando todos desaparecen, no es ella quien canta sino mi hijo cuando tenía cinco años y le gustaba el béisbol. Un niño parado en lo alto de una silla cantando El carpintero está llorando porque los ahorros de su vida se los llevó un taxi amarillo… es hermoso pienso; tan hermoso como el hilito de agua que sale de las mangueras cuando se pinchan con un clavo, pienso sin despertar.